Pasó la noche
y se vino la luz blanca repentina.
Como en la cresta de una ola,
primero vino la sal espumante
y luego el agua revuelta.
Luego la arena, las pulgas de mar
y las jaivas.
Después,
susurros de viento adentro
delicados y joviales
que a cada rato me tomaban por el pelo
y me pedian besos y mas besos
Besos de machas triangulares,
de lenguas puntudas y flexibles,
de arena imprevisible
y marcas en la concha
Besos de navaluejas esbeltas
acostadas en la arena,
besos de dos lenguas
con idiomas incompletos.
Besos de sirena:
mitad amor, mitad pena;
mitad escamas, mitad piel de gallina;
mitad tuya y mitad mia y de otros.
Serena paz palomar
me despiertas con una luna diurna
que le recuerda al cielo que es ciclicamente suyo,
cuando blanquea en lo obscuro de la noche
para soñar que la tiene.
Piel blanca encalada,
seno milenar de la vida y de mi pasión
por besos en alturas arredondadas.
Sin oxígeno, paré de respirar en tu cúspide rosada
y caí en el medio de ti,
en tu mar de algodón suave
lleno de pecas de girasoles amarillo plano.
Me acurruqué en tu suelo tibio y palpitante
y llegué a soñar con tu útero enterrado.
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