Es tiempo de Vivir.

Negrita,
mi negrita.
Me vine al sur a buscar un poema
y me encontré tu instante
multiplicándose.
En lo lírico de tu distancia
me encontré llorando.
Amargado en un pasado que te saca de mi.
Me vuelvo huerfano cada noche
y cada noche voy a enterrar mi hija
y lloro y lloro el dolor de la injusticia.
Tengo un oráculo tímido e inseguro
que me susurra cosas incomprensibles:
señales de la murra,
vestigios del rio,
palabras escritas en el cielo nocturno de Chaihuín.
Nadie me dices donde andas
ni que comes.
Nadie perdona este absurdo mio de dejarte.
En estos dias nadie se me queda dentro.
Las personas me transpasan,
me invadan y se van.
Y de nuevo me quedo encantado
de tierra y polvo mesquino.
Mi reloj se dilata para tocarte
y quiere precipitarse en un viaje moquillento.
Quiere subirse al tren truncado del sur,
a aquel que le quitaron el destino.
Te amplificaste tanto que suenas a trueno
y sabes a lluvia y hueles a leña.
En mi pecho dilascerado de catarro nasce el dia que te ve parirte circular,
viciada en lo mismo.
Ingenuamente te comes la cola
y te tragas mis negocios.
Delicadamente
tus encantamientos inutilizaron mi orgullo milenar.
Y heme aqui en el aire,
rodeandote,
toreandote,
recorriendo tu piel de noche
y vigilando tu pensamiento estelar.
Colgado como un aro
ahora ando en ti,
porque soy incapaz de ser espejo.
Mudo, no estoy para que me escuches,
las palabras que tengo me salen por los ojos
como gritos redondos y huecos.
Nadie entiende mi escritura
de gramática subterranea,
con letras de muertos y puntos suspendidos en el miedo.
Llegué hasta aqui por los cementerios
y nadie me alertó del barro
ni de la camanchaca ciega.
Y heme aqui de nuevo, sangrando como um pato por verte
mi negrita.